Si mi corazón fue una cajita de cristal lleno de vapores de coloreados en sentimientos, hoy es un tesoro escondido detrás de muros de hormigón reforzados en hierro, inquebrantable ante cualquier gesto de cariño, reacio a lo romántico, incrédulo ante cualquier demostración de amor.
Cerrado, capturado, enjaulado en su propia trampa, de la que ni siquiera el mismo sabe salir. Perdí las llaves y olvidé dibuje la puerta de salida. Mantuve en el las heridas sin incluir tiritas. Uní las dos partes para que volvieran a separarlas, pero esta vez en un millón de pedazos.
Dejé, algunas semanas atrás, que comenzaran a romperlo, para casi llegar al preciado tesoro, pero una noche, bajo la soledad de las estrellas, hicieron que se reconstruyera, tachando la magia de la única experiencia pura que he vivido después de que intentaran romper mi cajita de cristal. Y me debato, en la pregunta de la verdad, de la realidad o ficción, en la tortura de lo que fue, lo que es, y lo que podría ser.
Cerrar sin saber abrir, tiene como precio la soledad, el ansia de sentir lo que para mi está prohibido, porque así lo he querido yo misma, y el anhelo de destruir estos odiosos muros de hormigón.