viernes, 22 de julio de 2011

Paz

En el interior de la línea que separa la felicidad de la tristeza he hallado mi cobijo. Es un lugar blanco, que se deja infectar de colores pasteles que atenúan la soledad y aportan chispas de colores al pulido blanco. La pureza de este lugar me lleva al sentimiento que necesitaba. Paz. Paz interior. No nace de la resolución de mis problemas, ni de la superación de mis secas cicatrices, sino del silencio de mis pensamientos. Mi mayor miedo, están ahora callados, han firmado una tregua de paz. Desconozco la fecha en la que volverá la guerra, y mi mayor temor es que callar supongo reforzar. Pero ahora mismo desconozco otra solución, y este mundo parece tener chispas de colores sólo con el silencio. Así, permaneceré callada, me esconderé en el retumbar de los altavoces, me perderé en el sudor del baile, disfrutaré del sabor de la locura, engañaré a mi cuerpo las noches de verano con algún liquido placentero que le hago sentirse libre. Mantendré mi mente callada, y mi corazón encarcelado. Sólo hasta que aprenda a extirpar partes de mi que no deberían haber sido regaladas. Y de la mano del silencio, conoceré de nuevo la estabilidad, la calma interior, aceptaré un volcán bullendo al fondo de mi estómago, y trataré de olvidar su presencia, hasta que un día simplemente me olvide de ella. Y entonces despierte, y deje estallar el volcán.

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